El aliento del hincha de la Selección Peruana no solo es cosa de un partido. O dos. El aliento del hincha peruano es cosa de todos los días. En cualquier momento. Por eso desde hoy, en Depor, nos encargaremos de hacer llegar las mejores cartas a los jugadores. En la previa de los choques ante Argentina y Colombia, es más que necesario. Nos jugamos la clasificación al Mundial. Todos. (Envía tu carta a depor@depor.pe)
Una carta de Gustavo Güisa a la Selección Peruana Quién sabe exactamente porqué lloramos con el segundo gol a Ecuador, pero por ese instante una ráfaga de fotos asaltaron mi mente y me transporté a Rusia, «tengo que abrigarme», pensé… o bueno… « ¡Qué más da!, vamos contra Nueva Zelanda, los pasamos por encima, qué saben ellos de fútbol, allá sólo crían vacas y hacen películas», todo eso pensé en ese breve pestañeo. Es la ilusión, sepan disculpar.
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Pero cuando Hurtado la metió y la pelota dibujó un arco dentro del mismo arco, me fui de la mesa donde estaban mis amigos tomando unas cervezas, ellos se volvieron locos de gozo. La gente alrededor se abrazaba, algunos, estoy seguro que ni se conocían, sólo coincidieron en el mismo tiempo y espacio. Yo en cambio, me alejé cinco metros, donde nadie pueda ver mis lágrimas. Sin embargo, noté que otros también lloraban, entonces me sentí acompañado, me dio alegría que aquellos tipos desalineados y sin miedo al ridículo lloriqueen.
Un viejo de 70 años cual adolescente gritaba desaforado, por otro lado un padre de 50 y un hijo veinteañero estaban agitando dos botellas en cada mano, mientras que varios elegían besar su camiseta o simplemente saltar y correr sin rumbo. Me dije a mi mismo que ya nada interesa, deje ver mi rostro de madre emocionada como cuando su hijo se saca un diploma, no importó nada, véanme quebrado.
Entonces pensé que sí sabía la razón de mi llanto, lloraba por todo este cúmulo de imágenes, recuerdos atorados en mi cabeza… ¡tantos partidos, tantas derrotas, tantos y «casi ganamos, pero jugamos bien»!; todo eso ya pasó, hoy estamos jugando bien y ganando. Tengo 30 años (que equivalen a 7 mundiales y medio) y esa sensación de esfuerzo, de ganas de ganar, aquella suma de talento más huevos es igual a victoria, ¡esa sensación no la he sentido desde que nací! Lloro porque estoy experimentado ese atisbo de gloria. Gloria que no es mía, sino que además la comparten otras personas de un mismo territorio, de una misma cultura. Me alegra que todos estén alegres… pero, si es un simple juego, sí lo es, pero ninguna otra cosa en el mundo me ha hecho vibrar tanto, no consigo encontrar parangón. Cuando ingresé a la universidad, sentí una emoción parecida, cuando besé a una chica que me gustaba mucho, sentí algo similar, cuando le va bien a mi familia o amigos, me siento bien, pero esos son triunfos individuales, hoy es distinto porque tengo a muchos que sueñan lo que yo: ¡que mi país vaya al mundial!
¡Sí, es un juego! 11 hombres, 11 almas, 11 historias, resumidas en 90 minutos; y sí, a veces les grito, los puteo, y a veces los quiero, pero yo te juro que ese insulto es fingido… Cuevita, Guerrerito, Orejitas, créanme que es una rabia efímera que sólo dura cuando el resultado no está a favor, ya sé que es injusto, pero por eso me llaman: «Hincha», soy vulnerable ante circunstancias adversas, pero también te confieso que cuando grito: ¡Te amo Perú!... te lo digo con el corazón y en ese momento, el tiempo es eterno. Todo eso sí es duradero.
Adoro estas vísperas del partido contra Argentina, me río y gozo cuando otros hinchas gauchos que se visten como comentaristas o periodistas y hablan de Mi Perú como una amenaza, como si fuera una criatura fea que les va a quitar su juguete, ¡hasta me peleo virtualmente con ellos!, pero créanme que también es uno odio temporal. Adoro estas vísperas, porque me hacen anhelar mucho más el 5 de octubre a las 6 y 30 de la tarde y vivir los 5400 segundos más explosivos de mi vida futbolera.
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Y aquel día contra Argentina y Colombia, adornaré mi casa como si fuera la Navidad del balompié, y veré vestidos a perros, gatos y loros de rojo y blanco. Alentaré hasta que mi voz duela, atravesaré miniataques cardiacos cuando la redonda cruce los 3/4 de cancha de cualquier equipo, entonces le rezaré a todos mis santos y mis muertos, rezaré por ti jugador, para que cada pelota que toques te sientas feliz.
¡Hincha, hermano, tú me entiendes! Todo esto es ver a mi familia y amigos alrededor de un televisor, es mi abuelo, es mi padre, son mis hermanos, son mis conversaciones, son los diarios por la mañana, son los dominicales nocturnos que te cuentan hasta quien fue la profesora de primaria de Advíncula, ahora también son las reacciones en youtube, es la tradición visceral de esto llamado fútbol. ¡Hincha, dale, tú me entiendes, sabes de lo que te hablo!
Y a ti arquero, defensor, volante y delantero, te agradezco por la garra, por el corazón, gracias por todo. Disfruta aquel jardín verde en el cual te ganas la vida, disfrútalo. Te prometo que no habrá reproches. Este 5 y 10 de octubre no importe lo que pase, no obstante, mi vida como la conozco será diferente y eso no lo hace cualquier juego, lo digo muy en serio, esto lo hace una pasión. Ojalá los peruanos tengamos esta misma pasión unificada para luchar contra todo. Algún día será, pero por ahora y siempre… ¡Arriba Perú, Carajo!
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