En dos años, el Perú vivió en estado de bipolaridad. Odiamos, amamos, retomamos el odio, y luego terminamos idolatrando. Claro, el fútbol peruano y, sobre todo, la Selección nos convirtieron en seres pasionales sin medidas. Pero, a lo largo de este tiempo y casi sin darnos cuenta, nos dividimos y, finalmente, nos volvimos a emocionar hasta las lágrimas, gracias a la clasificación que trabajó desde las raíces Ricardo Gareca, el técnico al que ahora miramos como Dios.
La memoria es frágil, como el discurso que trajo de Argentina Gareca, que aterrizó nuevamente en Lima en el verano del 2015. Pero esta vez, el ‘Tigre’ bajó del avión para quedarse al mando de la Selección Peruana, una fiera que parecía imposible de domar. No solo por los resultados negativos que arrastraba, sino por la poca personalidad y disciplina que se instaló por décadas en una Videna lleno de vicios, porque talento sobraba.
Por años, no entendimos por qué ellos sí y nosotros no. ¿Falta de suerte? Nunca lo desciframos y aprendimos a disfrutar de nuestro Mundial por Fox Sports: nos emocionábamos de ver en la TV a los peruanos disputando la Champions League o celebrando grandes torneos internacionales. Y es ahí donde nuestra frustración aumentaba hasta la indignación. Hasta los terceros lugares de cada Copa América eran nuestro premio consuelo. En ese dilema, nosotros buscamos culpables y Gareca soluciones.
“Perú tiene que jugar como siempre: basado en su técnica y habilidad. Vayan y manoteen la tierra, busquen la semilla y sáquenla. La genética la tienen, solo tienen que saber cómo utilizarla”, nos decía a finales del 2016 el campeón del mundo con Argentina en el 78, César Menotti, que nos invitaba a confiar en el proceso de Gareca, el cual era respaldado únicamente por alcanzar el tercer lugar en Chile 2015 y la eliminación histórica de Brasil en la Copa Centenario 2016. ¿Y la Eliminatoria? Parecíamos más muertos que vivos.
Sin una palabra de más, con la misma sonrisa de siempre y con la mente puesta en responder como un robot, Gareca le puso paños fríos a los momentos más calientes. En la derrota y en la victoria, el ‘Tigre’ con su discurso bofeteó a un grupo de jugadores para aterrizar. Hasta nos cacheteó con la inclusión de ‘discutidos’ en sus convocatorias. Primero, Christian Cueva, luego Christian Ramos y Alberto Rodríguez, después Paolo Hurtado y André Carrillo. Y por último, con Adrián Zela. Ahí supimos que de fútbol no sabemos nada, y que sus decisiones se respetan.
Independientemente de la clasificación al Mundial, Gareca nos hizo entender que no somos ni los mejores, ni los peores. Ni los favoritos, ni el partito feo. “Piensa, piensa y piensa. Porque el futuro es hoy. Míralo a Cueva en Sao Paulo, a Ramos en Emelec, a Gallese en Tiburones, a Carrillo en la Premier, a Flores en Dinamarca. Tú puedes ser el próximo. Convéncete de ser el mejor”.
Esto es fútbol. Que nuestra bipolaridad no nos conduzca a la ingratitud. Gracias, Gareca.