Todos los que lo veían jugar murmuraban: “este será futbolista”. Era más alto que el resto de sus compañeros, veloz como ningún otro niño y poseía una técnica exquisita para definir. ¿Su nombre? Álex. El primogénito de la humilde familia Carrillo-Díaz tenía un futuro enorme. Pero, al final, prefirió los estudios y la Universidad San Marcos lo convirtió en un prestigioso geólogo.
Sus padres ‘sacan pecho’ por el heredero mayor. Pero el deseo de ambos era que alguno de sus dos hijos fuera futbolista, para que ninguno pase las carencias con las que crecieron en las calles de Chacra Ríos, en el Centro de Lima.
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La familia hizo un esfuerzo y se mudó al barrio policial de Surco. Ahí, el papá vio como el menor de sus hijos, su ‘zambito’, que era mucho más flaquito y no tenía el porte de su hermano, jugaba contra sus amigos, que eran hasta cinco años mayores. E igual destacaba.
André Martín probó suerte en Universitario, donde en una semana le bajaron el dedo. Esto lo ‘bajoneó’, pero no lo derrotó. Su sueño era ser futbolista. Y nada ni nadie se lo impediría. Así que religiosamente iba a entrenar al EGB en el antiguo vehículo familiar, ese que fue un lujo mantener para don Alex y doña Ana María, solo para seguir apoyando a André.
A los 15 años, llegó a Alianza y su DT, Arturo Bazalar, lo hacía alternar con la Sub 20. Pan comido para la ‘Culebra’, ya estaba acostumbrado a jugar con gente mucho mayor. Debutó con los grones, pasó al fútbol portugués, donde creció y destacó. Lo ‘congelaron’ por no renovar y cruzó a la vereda de enfrente. Fue transferido a Inglaterra, pero siempre ha sido cuestionado por su poco olfato goleador.
Ahora, con sus dos mejores goles, Samira y Cedric, la ‘Culebra’ tiene una motivación extra para mostrar su temple en Rusia. Nunca tiró la toalla y en el Mundial solo la utilizará para secarse el sudor tras dejar el alma por la bicolor.
NÚMEROS DE ANDRÉ CARRILLO
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